Estamos hechos por cuatro componentes esenciales y presentes en la formación universal, carbono, hidrógeno, nitrógeno y oxígeno. Ésta formación tal y nuestra constitución física específica nos hacen el objeto de vida adecuado para habitar exactamente en el tercer planeta del sistema solar, La Tierra; no podríamos andar deambulando así por así por los aires, por los cielos extra planetarios o visitando un agujero negro sin sufrir consecuencia alguna en nuestros cuerpos.
No podemos ni nos será permitido explorar con nuestros deseos o atrevidos inventos de cualquier naturaleza más allá de los límites que nos han sido fijados de parte de quién ejecutó los planes de hechura nuestros; certeramente el creador tiene establecidos los límites a nuestra aventura exploratoria, atrevida y hasta tocadora de la estupidez en sus manifiestas formas de proceder.
Aunque nos atrevemos a pensar que podemos eludir los controles inherentes a nuestra condición de creación de alguien, la verdad siempre saldrá a flote y el tiempo será agotado para nuestra “sublevación”
Tenemos entonces una suerte de lucha entre el flanco del bien y el flanco del mal.
El creador nos ha dejado a expensas del nefasto, el líder de los malos, que junto a sus seguros millones de secuaces arremete con tal alevosía y disfraz contra todos los estratos de la humanidad; vale aclarar que esto que digo de dejarnos a expensas del nefasto nosotros mismos nos lo ganamos, claro está, al desobedecer el mandato inicial de lealtad a quién nos dotó de vida; desobedecimiento establecido, ejecutado y propagado gracias a nuestros primeros padres, Adán y Eva.
Pero como decimos modernamente, uno es el cambio, uno es la marca que puede voltear el mundo, dejando de tal manera un aporte a modo de granito de arena para hacer del futuro un presente diferente, así que a modo de repetición certera pero no muy frecuentemente llevada a cabo, el futuro está en nuestras manos.
Por supuesto que en la modernidad en que vivimos, en la disponibilidad de tantas cosas para la ejecución y facilitación a nuestras tareas cotidianas se hallan inmersas fuerzas ocultas, escondidas con sigilo y astucia que buscan devorarnos al mínimo descuido, es más, buscan devorarnos y hacernos aparentar que aquello es bueno, inofensivo y es normal como último efecto, que “así es el mundo hoy”. Viene la lucha permanente del mundo contra mí, viene la lucha de mi mismo contra mí; y ésta última es la más de las veces la de mayor “crueldad”.
Y a dónde llegaríamos después de vivir como máximo alrededor de cuarenta y siete mil cuatrocientos cuarenta y nueve días si lo único que hacemos es luchar desmedidamente contra lo correcto y contra los correctos, digo esto por nos pasamos la vida con deseos ilusorios y egoístas que nos llevan muchas veces a ir contra los rectos valores, contra los rectos hombres y mujeres que tantas veces son minoría en medio de los mares de gentes que se esfuerzan por cumplir sus “metas y sueños”
Pienso que debemos analizar de mejor manera una oferta manifiesta en unos escritos sagrados, coherentes entre sí, agrupados en sesenta y seis libros escritos en un lapso de tiempo aproximado de mil seiscientos años por unos cuarenta distintos escritores.
Dice en este majestuoso libro que relata desde la creación del mundo y sus habitantes, y eso nos incluye, que la tierra misma prevalecerá por siempre y el mal ya no será, y el justo mismo residirá en ella para siempre, las cosas malas pasarán y ya no serán jamás.
Pero bueno, que implica analizar mejor esta oferta con el tan poco tiempo del que disponemos entre nuestros agitados trabajos, nuestras familias y demás apretados compromisos con amigos, vecinos y el resto de personajes involucrados en el correr diario de nuestras limitadas vidas. El tiempo es a mi criterio el bien más valioso con el que contamos, considerando nuestra condición de finitos, de días limitados; si sumamos a esto la violencia de nuestros días, especialmente en países como el que vivo, cada día es una bendición y cada amanecer es una nueva oportunidad.
Banal es la palabra propicia para calificar a un esfuerzo que no conduce a ningún lado de provecho a mí y a los que amo y egoísta es la palabra propicia para calificar a un esfuerzo que solo me conduce a mí a lugares de placer. ¿A que viene esta manifestación?
Todos los días se nos vende la idea de la auto superación, el gozo pleno, la diversión y el placer a nuestras vidas; lo que no se nos vende siempre es el afán por compartir lo que tenemos, el respeto a nuestros congéneres
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